La Confesión de Fe de 1689 y la Sola Scriptura
- Por Hernando J. Ochoa R.
- 20 mar 2023
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Por Hernando J. Ochoa R.

I. Introducción
La selección del tema se debió a la importancia que algunos dan a la Sola Scriptura, como objeción para suscribir una confesión de fe. Considero que Sola Scriptura es la punta de lanza de la Reforma, puesto que gracias a ésta es que podemos concebir y entender las cuatro solas restantes. Es la revelación divina, sin las distorsiones de las tradiciones y de la magistratura papista, la que nos muestra la clara Voluntad de Dios; siendo Ésta perfecta, suficiente y cabal para hacernos sabios para la salvación, perfectos delante de Dios y preparados para toda buena obra (2 Tim. 3:15-17).
II. La Sola Scriptura
El término de Sola Scriptura en esencia enseña que sólo la Biblia, la Palabra de Dios escrita, es la única autoridad infalible “para atar las conciencias de los creyentes”, esto es, para “la fe y la vida del pueblo de Dios”[1] o, en palabras de Lutero, “la Palabra es primero, y con la Palabra el Espíritu da vida a mi corazón para que crea”[2].
Es importante recalcar que la Sola Scriptura no implica que la Biblia esté aislada (o que deba de estarlo, como algunos críticos lo sostienen[3]); en efecto, no niega la autoridad que la misma Palabra da a las autoridades humanas, como la iglesia, el estado o los credos y confesiones; sin embargo, cualquier análisis que deba hacerse a éstas estará subordinado a la Biblia. Reconociendo el carácter único y supremo de la Biblia es que podemos entender doctrinas básicas de la fe cristiana[4].
A diferencia de la Biblia, las confesiones son productos humanos y, como tales, falibles. La Iglesia Romana desafiaba la autoridad suprema e infalible de la Biblia apelando a autoridades humanas y falibles: la tradición, el magisterio y los concilios[5]. Ahora bien, el fundamento de la iglesia está en la Biblia misma (Ef. 2:20); decir que es la iglesia, sea por doctrina o por tradición, la que pueda juzgar la Palabra sería un “gran desvarío”[6].
Es sólo la revelación especial (la Biblia) la que nos da certeza acerca de la Voluntad de Dios, siendo infalible (no puede fallar o errar), inerrante (es pura y veraz en todas sus partes) y suficiente (para nuestra fe y práctica, para el propósito de la revelación redentora)[7]. Es gracias a la inspiración divina de Su Palabra que sólo Ella cuenta con autoridad divina directa (2 Tim. 3:16-17) al haber sido exhalada por Dios (theopneust); “Si Dios revela algo, esa revelación lleva el peso de Su autoridad”[8] y, así, “todo lo que una persona debe creer para ser un seguidor de Cristo se encuentra en la Escritura y no en otro lado”[9], cuestión ésta que impacta en toda la vida del creyente, al brindarle el fundamento básico, ético y religioso en cada área de su vida[10].
Pedro reconoce que la certeza a la que hemos de atender es la Escritura misma (2 Ped. 1:20-21); no obstante, será sólo a través del Espíritu Santo, trabajando interiormente, que la realidad de la Sola Scriptura podrá ser reconocida por el ser humano[11].
III. Sola Scriptura en la Confesión Bautista de Fe de 1689
La Confesión Bautista de Fe de 1689 (“Confesión”) establece con claridad su sujeción a la Palabra de Dios; esto es evidente en las doctrinas expuestas y su apego a ella, así como en los párrafos que expresamente contiene la expresión “según las Escrituras” o inferencias similares (8.2, 8.7, 22.1, 30.6, 31.1) y en las citas que hace de la Biblia.
La Confesión delinea la doctrina de la Sola Scriptura desde su primer párrafo (1.1), declarándola como “la única regla suficiente, segura e infalible de todo conocimiento, fe y obediencia salvadores”. De esta forma, la propia Confesión reconoce el carácter “exclusivo que ocupa la Escritura como la única regla que es suficiente, la única regla que también es segura, y la única que además es infalible”[12], siendo estas tres características únicas. Fuera de la Biblia “[nada] es suficiente en alcance y materia, seguro en su naturaleza y contenido, o infalible en su consistencia y autoridad”[13].
En apego a la Sola Scriptura, pese a que la Confesión reconoce la revelación general, reconoce también el carácter único de las Escrituras para conocer con certeza la Voluntad de Dios en cuanto a su fe y práctica que demanda de Su pueblo (la iglesia) (Confesión 1.1). Es así que, con base en la Biblia y nunca en contra de la revelación especial[14], Dios preserva la fe a través de la iglesia aún a pesar de los enemigos del hombre (1 Jn. 2:15-17). Siendo entendida la Biblia como la revelación total (Confesión 1.6).
De esta misma forma, la promesa del evangelio está preservada a través de la Biblia (Confesión 20.2) y es en las Escrituras únicamente donde podemos conocer y acceder a esta promesa de Cristo (2 Tim. 3:15). Por ello es que “la revelación [especial] redentora es necesaria para la salvación”[15] y de ahí la importancia de la Sola Scriptura para tal fin.
Al establecer los libros canónicos, la Confesión (1.2) también reafirma la Sola Scriptura puesto que reconoce únicamente los sesenta y seis libros como inspirados. Así Dios ha dado conocer a Su Iglesia cuáles Escrituras son las únicas inspiradas por Él y que, por ende, pueden formar parte de la regla única e infalible de fe y vida. Por esta misma razón, en su siguiente párrafo (1.3) la Confesión reafirma esta verdad al excluir los libros apócrifos como no susceptibles de conformar la Sola Scriptura.
La Confesión reconoce el carácter único y autoritativo de la Escritura como independiente del reconocimiento que el hombre o la iglesia haga de ello, gracias a que Su autor es Dios (1.4)[16], es decir, es algo que corresponde a la Biblia por su propia naturaleza única e infalible (1.5), esto es, la Palabra de Dios. Derivado de ello, Su Palabra no debe ser cuestionada o disputada ni en todo ni en parte, sino únicamente obedecida[17].
Después de estas afirmaciones, la Confesión desarrolla el principio de Sola Scriptura (1:6 y 1:7). La Biblia es suficiente porque en ella encontramos “Todo el consejo de Dios tocante a todas las cosas necesarias para su propia gloria, la salvación del hombre, la fe y la vida”; no obsta a ello que lo encontremos en forma expresa o simplemente contenida o que se deduce de Ella, es decir, que será asequible aún a través de la adecuada enseñanza de la Escritura[18]. Cuestión ésta que no se opone a la Sola Scriptura, puesto que ha quedado claro que este principio no implica la ausencia de la autoridad de la iglesia, sino la subordinación de las enseñanzas de ésta a la Palabra de Dios. De no ser así, por ejemplo, no podríamos hablar de la Trinidad.
La Confesión reconoce que la interpretación de la Biblia demanda una obra divina, como es la iluminación del Espíritu Santo (1:6b), esto es, no mediante meros medios ordinarios de conocimiento[19]. Consideramos que esto tiene una intrínseca relación con Sola Scriptura, debido a que es un reconocimiento de la naturaleza divina de la revelación especial y, por ende, del carácter único e infalible que conlleva el principio que nos ocupa. De hecho, esta es la misma razón que justifica el principio de interpretación analogía de las Escrituras (Confesión 1.9)[20]; siendo inspiradas por Dios, es Dios quien nos puede aclarar la interpretación de la Biblia.
En los capítulos de la santificación (13), de las buenas obras (16), y de la libertad cristiana y de conciencia (21) de la Confesión, se reafirma la autoridad de la Biblia como única infalible. Por un lado, la santificación y las buenas obras están ligadas con aquellos mandamientos y obras revelados en y de acuerdo con la Palabra de Dios (13.3, 16.1, 16.7, 26.5), es así que “las diversas formas en las que nos debemos esforzar se indican en las Escrituras”[21]. Por otro lado, mientras quienes ejercen la autoridad civil pueden regular conductas externas, sólo la Palabra Dios puede obligar nuestras conciencias a través de sus determinaciones indudables y claras (21.2)[22]. Es, pues, la Verdad la que nos hace libres (Jn. 8:32).
En este sentido, la Palabra “no es suficiente para todo lo que hacemos, pero sí habla a todo lo que hacemos suficientemente, en cuanto a la gloria de Dios, el camino de la salvación y la senda del deber”[23]. Justamente es por ello por lo que todas las controversias religiosas deben de ser resueltas con base en las Escrituras (Confesión 1:10), pues la “regla o árbitro supremo del bien y el mal para la humanidad es la Voluntad de Dios (1 Tim. 6:15, Lv. 19) (…) [que] sólo puede hallarse en la Santa Palabra de Dios (Sal. 147:19-20)”[24] tal es el testimonio que aún los apóstoles y, más aún, Jesucristo Mismo nos dejó[25].
De hecho, en este sentido, la Confesión también habla de la Ley Moral de Dios (Cap. 19), siendo ésta la “ley básica y fundamental” en todo Pacto o relación con Dios[26], que, si bien fue dada naturalmente en el corazón del hombre, gracias al pecado que distorsionó la conciencia del ser humano, fue revelada especialmente en el Monte Sinaí (19.2) y reiterada a lo largo de la revelación del Nuevo Testamento[27]. Nos obliga a acudir a la Escritura para el entendimiento de “las buenas obras [conformadas] a la ley de Dios”[28], puesto que “todo deber del hombre ya se encuentra en los Diez Mandamientos”[29].
Al hablar del Principio Regulador de la Adoración la Confesión establece con toda claridad que la práctica de la iglesia, en la forma en que debe adorarse a Dios, debe ser hecha en plena sujeción a la revelación especial (22.1), pues es Dios quien determina cómo es que los pecadores hemos de acercarnos a Él y es en la Biblia donde encontramos Su Voluntad claramente revelada[30]. De la misma manera, hablando de los juramentos que son permitidos o lícitos (Capítulo 23 de la Confesión) son aquéllos que –a la luz de la Palabra– no deben ser hechos, esto es, aquéllos que son frívolos o vanos, o que nos obligarían a pecar (23.2 y 23.3)[31]. Así mismo, los matrimonios están restringidos por las prohibiciones marcas en la Palabra de Dios (25.4), con independencia de las provisiones y aún permisiones que –en su caso– establezca la autoridad civil.
IV. Conclusión
Como podemos ver a lo largo de la Confesión, ésta –lejos de ser una contravención a la Sola Scriptura, como lo aseveran los enemigos del confesionalismo– reconoce expresa y tácitamente este principio tan fundamental no sólo para los reformadores, sino para los auténticos cristianos.
Sin duda, sin el respeto a la Escritura, como la Voluntad revelada de Dios, el ser humano se queda a merced de su propio corazón pecaminoso (Jer. 17:9) y propenso a hacer de Dios un ídolo conforme a sí mismo (Sal. 50:21). Sin embargo, la suscripción a la Confesión no sólo respetará tan alto concepto de la Escritura, sino una sujeción clara a la misma, puesto que la Sola Scriptura no sólo está reconocida, sino constantemente reafirmada.
V. Fuentes de Consulta
Barcellos, Richard C., Waldron, Sam, Blackburn, Earl M., Martin, Robert, Más allá de los Cinco Puntos (E.U.A., Ed. Publicaciones Faro de Gracia, 2019), pp. 231.
Beeke, Joel R. y Smalley, Paul M., Teología Sistemática Reformada, Tomo I Revelación (E.U.A., Ed. Publicaciones Kerigma, 2019), pp. 404.
Calvino, Juan, Institución de la Religión Cristiana, Tomos I y II (Madrid, España, Ed. Visor Libros, Trad. Cipriano de Valera, Reed. Luis de Usoz y Río, trad. 1967), pp. 1262.
Confesión Bautista de Fe de 1689 (E.U.A., Ed. Editorial Peregrino, 4ª ed. Revisada por Chapel Library, 2009), pp. 44.
Durbin, Jeff, Does the Bible teach “Scripture Alone” (Sola Scriptura) (visible en https://youtu.be/KPTdOoeofpc, publicado el 22 de enero de 2020, consultado el 17 de marzo de 2023).
Green, Guillermo, Juan Calvino y la Suficiencia de las Escrituras (Costa Rica, Ed. CLIR, 2017), pp. 51.
MacArthur, John, El poder de la Palabra y cómo estudiarla (E.U.A., Editorial Portavoz, 2010), pp. 125.
Renihan, James M., Herramientas para Confesiones de Fe, Ayudas para el Estudio de las Confesiones de Fe Puritanas Inglesas (Santo Domingo, Ecuador; Ed. Legado Bautista Confesional, 2020), pp. 141.
Sproul, R.C., ¿Qué es la Teología Reformada? Comprensión de lo fundamental (Colombia, Ed. Poiema Publicaciones, 2016), pp. 238.
Waldron, Sam E., Exposición de la Confesión Bautista de Fe de 1689 (E.U.A., Ed. Publicaciones Aquila, Trad. Demetrio Cánovas Moreno, 2016), pp. 653.
Williamson, G.I., La Confesión de Fe de Westminster para clases de estudio (Colombia, Ed. Poiema Publica-ciones, 2015), pp. 430.
White, James R., Scripture Alone (E.U.A., Minnesota, Ed. Bethany House, 2004), pp. 221.
[1] Sproul, R.C., ¿Qué es la Teología Reformada? Comprensión de lo fundamental (Colombia, Ed. Poiema Publicaciones, 2016), pp. 44, 56 [énfasis añadido]. Véase también Durbin, Jeff, Does the Bible teach “Scripture Alone” (Sola Scriptura) (visible en https://youtu.be/KPTdOoeofpc, publicado el 22 de enero de 2020, consultado el 17 de marzo de 2023).
[2] Citado por White, James R., Scripture Alone (E.U.A., Minnesota, Ed. Bethany House, 2004), p. 11 [Traducción propia].
[3] Martin, Robert Paul, Introducción: La legitimidad y el uso de las confesiones, en el libro Waldron, Sam E., Exposición de la Confesión Bautista de Fe de 1689 (E.U.A., Ed. Publicaciones Aquila, Trad. Demetrio Cánovas Moreno, 2016), pp. 18-19.
[4] White, James R., óp. cit., pp. 11, 14, 27-28.
[5] Green, Guillermo, Juan Calvino y la Suficiencia de las Escrituras (Costa Rica, Ed. CLIR, 2017), p. 10.
[6] Calvino, Juan, Institución de la Religión Cristiana, Tomo I (Madrid, España, Ed. Visor Libros, Trad. Cipriano de Valera, Reed. Luis de Usoz y Río, trad. 1967), p. 31.
[7] Íbidem, p. 30. Véase también MacArthur, John, El poder de la Palabra y cómo estudiarla (E.U.A., Editorial Portavoz, 2010), pp. 6-11; White, James R., óp. cit., p. 32 (en especial, en el sentido de que la Escritura no contiene todo el conocimiento habido y por haber, humano y divino) y Waldron, Sam E., óp. cit., p. 47, 61 (en especial, en cuanto a lo selectivo que Dios determinó escriturar).
[8] Sproul, R.C., óp. cit., p. 53
[9] White, James, R., óp. cit., p. 28 (traducción propia). Véase también Waldron, Sam E., óp. cit., p. 20.
[10] Waldron, Sam E., óp. cit., p. 63.
[11] Confesión Bautista de Fe de 1689 (E.U.A., 2009, Ed. Editorial Peregrino, 4ª ed. Revisada por Chapel Library): 1.5. Véase también White, James R., óp. cit., pp. 29-30; Waldron, Sam E., óp. cit., pp. 54-55; y Beeke, Joel R. y Smalley, Paul M., Teología Sistemática Reformada, Tomo I Revelación (E.U.A., Ed. Publicaciones Kerigma, 2019), pp. 278-279.
[12] Renihan, James M., Herramientas para Confesiones de Fe, Ayudas para el Estudio de las Confesiones de Fe Puritanas Inglesas (Santo Domingo, Ecuador; Ed. Legado Bautista Confesional, 2020), p. 27 (énfasis en negrillas añadido).
[13] White, James R., óp. cit., pp. 30-31.
[14] Haciendo referencia al pensamiento de Juan Calvino, Green afirma: “Epistemológicamente la brecha entre Creador y criatura exige revelación de Aquel que creó la criatura (…) el hombre es dependiente de la revelación directa, íntima y verbal de Dios.” – Green, Guillermo, óp. cit., p. 16. Véase también Waldron, Sam E., óp. cit., p. 46.
[15] Waldron, Sam E., óp. cit., p. 44 (comentando la Confesión 1:1).
[16] White, James R., óp. cit., p. 29.
[17] Beeke, Joel R. y Smalley, Paul M., óp. cit., p. 276. Waldron, Sam E., óp. cit., pp. 49-51.
[18] White, James R., óp. cit., pp. 31-32. Waldron, Sam E., óp. cit., pp. 60-61.
[19] White, James R., óp. cit., p. 32.
[20] Beeke, Joel R. y Smalley, Paul M., óp. cit., p. 286.
[21] Waldron, Sam E., óp. cit., p. 246. Véase también Williamson, G.I., La Confesión de Fe de Wastminster para clases de estudio (Colombia, Ed. Poiema Publicaciones, 2015), pp. 178-179.
[22] Waldron, Sam E., óp. cit., p. 354; Beeke, Joel R. y Smalley, Paul M., óp. cit., p. 276. Las iglesias también deben cuidar de no pretender amarrar las conciencias de las personas más allá de lo que prevén las Escrituras, puesto que ello contravendría la libertad cristiana dada por Dios (Williamson, G.I. óp. cit., pp. 224-225.
[23] Waldron, Sam E., óp. cit., p. 62.
[24] Íbidem, p. 285.
[25] Beeke, Joel R. y Smalley, Paul M., óp. cit., pp. 277-278.
[26] Barcellos, Richard C., Los Diez Mandamientos y el Cristiano, en Barcellos, Richard C., et al, Más allá de los Cinco Puntos (E.U.A., Ed. Publicaciones Faro de Gracia, 2019), p. 52.
[27] Íbidem, pp. 17-54. Véase también Waldron, Sam E., óp. cit., pp. 324-326.
[28] Waldron, Sam E., óp. cit., p. 285.
[29] Williamson, G.I., óp. cit., p. 210.
[30] Waldron, Sam E., óp. cit., pp. 366-371.
[31] Íbidem, pp. 385-387.
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