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¿Valemos la Cruz de Cristo?


Así como hay pseudoevangelios de la prosperidad y de la sanidad, también hay un pseudoevangelio de la autoestima, usando al 'yo' como fetiche encubierto por enseñanzas que parecen cristianas, porque maquillan la psicología con versículos bíblicos. El efecto es doble: por un lado, la gente sale emocionada, pero no transformada; por otro, la misma gente no se arrepiente y se queda lejos de Dios, mientras se dicen cristianos por reconocer a Cristo como Salvador y no como Señor.


Lo cierto es que somos salvados por Cristo para Su gloria y la gloria del Padre (Salmo 79:9; Efesios 1:3-10); sí nos ama, pero por amor a Su nombre (Salmos 25:11, 106:8; Ezequiel 20:44; Romanos 1:5), no porque seamos ‘dignos’ de ser amados (Romanos 3:9-12). Éramos dignos de muerte por nuestro pecado; la cruz y la Sangre de Cristo es el precio pagado para que la Justicia Divina fuera satisfecha (1a de Tesalonicenses 1:10)… de lo contrario, ¿dónde hubiera quedado la Palabra de Dios sancionando la desobediencia (pecado) con la muerte (Génesis 2:16-17)? No, no valemos la Sangre de Cristo, la Sangre de Cristo fue el costo que el Hijo de Dios estuvo dispuesto a pagar para evitar la consecuencia de nuestros actos… nuestro verdadero valor…


Cuando la Biblia se ve como un manual de vida simplemente, es el hombre (antropocentrismo) y no Cristo el centro de la enseñanza. Sí, en ella encontramos enseñanzas y aprendemos a vivir; es –sin duda– la sabiduría divina la que está inmersa en toda la Biblia (2a de Timoteo 3:16). Hasta ahí, se vería a la Biblia como un manual que permite alcanzar la salvación mediante ‘obras buenas’, es decir, mero moralismo. Sin embargo, es la Santidad de Dios y Su Justicia la que nos debe llevar a vivir correctamente y, para un verdadero hijo de Dios, a anhelar agradar a ese Dios Santo, Sabio y Justo, con una vida que refleje Su Gloria, en agradecimiento y para amar a Aquél que nos amó primero y sin el cual, simplemente, no habría salvación posible.


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