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Es mejor afinar el oído (Lucas 10:1-16)

“El que a vosotros oye, a Mí me oye; y el que a

vosotros desecha, a Mí me desecha; y el que me

desecha a Mí, desecha Al que me envió.” (v. 16)


Además de comisionar a sus 12 discípulos más cercanos (apóstoles), Nuestro Señor Jesucristo también comisionó a otros 70 para que Le prepararan el camino que Él habría de visitar. Las instrucciones fueron muy semejantes, en cuanto a no llevar nada y reposar en la casa en la que lo reciban, comiendo lo que les ofrecieran; asimismo, les indicó que no se detuviesen a saludar a la gente. Mas hay dos precisiones que considero importante resaltar: por un lado, les advierte que los envía como corderos en medio de lobos y, por otro, que la mies es mucha y pocos los obreros.


La advertencia acerca de los lobos (Lucas 10:3) es algo muy atinente, precisamente respecto a la comisión del mensaje que llevarían, puesto que en Mateo 7:15 y Hechos 20:29 se asemejan los falsos profetas a los lobos. En la comisión que como cristianos tenemos de llevar el mensaje de Nuestro Señor Jesucristo, debemos estar muy conscientes de las falsas doctrinas a las que podemos enfrentarnos, no sólo de falsos profetas que quieran llevarse a nuestros hermanos, sino a nosotros mismos. Es por ello que nosotros debemos estar atentos a la Palabra de Dios (Josué 1:8; Oseas 4:6), para nos ser engañados, primeramente y para que el mensaje que prediquemos sea auténtico y, más aún, verdadero (Juan 14:6, 8:32,36). La advertencia es muy seria y con igual seriedad debemos atenderla; debemos quitarnos el lastre de creer todo lo que nos dicen y no ser como bereanos que escudriñaban la escritura para corroborar todo lo que recibían y que, por ello, eran considerados más nobles (Hechos 17:11).


Esa misma precaución la debemos cuidar al momento de predicar el evangelio y no, como hacen muchas sectas, endulzar el mensaje con tal de incrementar los números de los congregantes, sin importar si son o no seguidores de Jesús (véase el estudio del día de ayer: “Simpatizantes o seguidores de Jesús”). Muchas congregaciones tienen en los estrados (y aún reclutan a otros con similares cualidades) a tremendos oradores, tremendos motivadores; pero, desafortunadamente, muchos (si no la mayoría) se alejan del Verdadero Evangelio, con la finalidad de ver sus congregaciones llenas. Es la Palabra la lámpara de nuestros pies (Salmos 119:105) y la Palabra nunca pasará (Mateo 24:35, Marcos 13:31, Lucas 21:33), por lo que ella misma es la que debe ser predicada con veracidad y sin miramientos.


La segunda precisión está altamente relacionada con lo que pasaría en las ciudades a las que visitarían. A este respecto vemos que la mies es mucha, lo que quiere decir es que en los campos de trigo había mucho producto por ser segado y, al no haber suficientes manos, mucha se echaría a perder (Lucas 10:2). De la misma forma, basta voltear a ver al mundo para ver cómo se consume en contiendas, iras, celos, herejías, hechicerías (Gálatas 5:19-21) y tantas falsas doctrinas, en las que ensombrecidos por la religión adorando troncos de madera (Salmos 115:4-8, 135:15-18). ¿Qué pasa con aquella mies que no es recogida? Simplemente, se seca y será echada al fuego (Mateo 3:10, 7:19, 13:42,50, 18:8-9; Marcos 9:22,45; Lucas 3:9, 12:49; Juan 15:6).


Es así que habrían dos tipos de recepciones las que podrían esperar los enviados por Nuestro Señor Jesucristo: los dispuestos a escuchar el Evangelio y los que habrían de rechazarlo. Los primeros, recibirían paz (Lucas 10:6), esa Paz que el mundo no puede siquiera ofrecer (Juan 14:27); pero ¿qué exige esa recepción? Que haya una persona que abra la puerta de su corazón (Apocalipsis 3:20), que esté dispuesto a hacerse hijo de Dios (Juan 1:12) y a renunciarse a sí mismo (Lucas 9:23). Es simple, Jesús es el Príncipe de Paz (Isaías 9:6).


Pero los segundos, aquéllos que rechazan el Evangelio, no conservarán esa paz (Lucas 10:6); por el contrario, sufrirán juicio, un juicio frente al cual, el castigo Sodoma, el de Tiro y Sidón, parecerán tolerables (Lucas 10:12-15; Cfr. Génesis 19, Ezequiel 26—28). Uno de los problemas que enfrenta el cristianismo es que muchos creen que han aceptado el Evangelio; pero, desafortunadamente, muchas veces se trata de un evangelio espurio, falso y que, por la comodidad que les proporciona, simple y sencillamente no se molestan en abrir su Biblia o, cuando se dan cuenta del Verdadero Evangelio, lo califican como “duro” o como “falto de amor”.


Hermano, no olvides que la puerta es estrecha y angosto el camino que conduce a ella, pocos serán quienes la encontrarán y aún menos serán los que entrarán en ella (Mateo 7:13-14, 21-23; Lucas 13:22-30). Hace poco, en un blog, le expliqué a una persona católica que la falta de amor no está en hablar duro, la falta de amor es no hablar con la Verdad.


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Fuentes de consulta

  • Santa Biblia | Holy Bible, Edición Bilingüe | Bilingual Edition, Antigüa versión de Casiodoro de Reina (1569), Revisada por Cipriano de Valera (1602), Otras revisiones: 1862, 1909, 1960 y cotejada posteriormente con diversas traducciones y con textos en hebreo y griego, Revisión 1960 | Authorized King James Version Translated out of the original tongues and with previous translations diligently compared and revised, Ed. Holman Bible Publishers, Tenesse, 2011; pp. 1465-1466.

  • Biblia de Estudio de la Vida Plena, Antigüa versión de Casiodoro de Reina (1569), Revisada por Cipriano de Valera (1602), y Cotejada posteriormente con diversas traducciones y con textos en hebreo y griego, Revisión 1960 con referencias, Redactor General Donal C. Stamps, Redactor auxiliar J. Wesley Adams, Ed. Vida, Miami, 1993; pp. 1295 y 1408.

  • Biblia de Estudio de apologética, Edición General S. Leticia Calcada, Edición General de la Obre en Inglés Ted Cabal, Editores Asociados, Chad Owen Brand, E. Ray Clendenen, Paul Copan y J.P. Moreland, Ed. Holman Bible Publishers, Tenesse, 2011; p. 1395.

  • Biblia de Estudio Diario Vivir, Edición Reina Valera 1960, Ed. Tyndale, Illinois, 2011; pp. 1373-1374.

  • Henry, Mathew, Comentario Bíblico, Traducido y adaptado al castellano por Francisco Lacueva, Obra completa sin abreviar, Ed. Clie, E.U.A., 1999; pp. 1292-1294.

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